Ese rayo de luz de esa habitación que no sé dónde está ni cuando tendré acceso a ella… ese rayo de luz, oh, es el que ilumina mi existencia.
Hace un par de domingos A. llegó a Berlín. Vivirá allí un mes. Es de valientes elegir la ciudad en las semanas más frías del año dejando atrás el invierno mucho más amable que ofrece Barcelona. Le mandé un mensaje cuando estaba ya instalada en su hogar temporal y le pregunté: ¿Qué libros te has llevado? “Una habitación propia, que le pega al viaje”. Le dije que reelería estas semanas mi favorito de Woolf, pienso y siento que es una manera de estar allí con ella. No en la fría Berlín, sino en el otro viaje, el de verdad.
Tengo la sensación de que pasan tantas cosas… que si el trabajo, la familia, los amigos… que no hay tiempo ni espacio para que me pasen cosas a mí. A mí por dentro, ¿sabes? No pasan las cosas que quiero que me pasen, ni siquiera sé qué quiero que me pase. Así que he venido a descubrirlo. ¿Entiendes lo que digo?
Diez palabras: Si no podés con la vida, probá con la vidita. Pedro Mairal las incorporó casi escondidas en la parte final de La uruguaya. Un lector con prisa por descubrir el desenlace de la historia podría saltárselas. Y, sin embargo, somos miles los que no. Al encontrarme con ellas, di un respingo en mi asiento, paré mi ritmo consciente pero ágil de lectura y volví hacia atrás. Releí el párrafo completo, repasé la frase cinco, diez o quince veces, decidí cerrar el libro y me levanté a seguir con la vidita y esas diez palabras pegadas a la piel para siempre.
Algunos sábados cuando me despierto en mi piso de 35 metros cuadrados y entreabro los ojos desde la cama veo el sofá, la mesa de comedor y la encimera de la cocina. Entonces tardo un par de minutos en darme cuenta de que que no tengo un plan, de que nadie me espera, de que probablemente la siguiente vez que hable con alguien será de nuevo en la oficina, ese espacio donde no son de verdad ni los pasos que das porque los amortigua una moqueta gris llena de polvo. La conversación tampoco será interesante, ni siquiera será de verdad. Entonces, me pregunto, ¿esta vida mía va a ser siempre así? Y cierro los ojos y me vuelvo a dormir.
Quedamos a comer con G. Nos dice que lleva 6 años - aunque luego se da cuenta de que, en realidad, son 7- con material documental preparado para darle forma a un proyecto personal. En los 84 meses, que son 2 520 días, que son más de 60 000 horas y más de 3,6 millones de segundos que han pasado desde que volvió de aquel viaje a México para recabar la información, no ha podido dedicar los 4 meses, 120 días, 2 880 horas y 172 800 segundos que ha planeado que necesita para darle forma. Estamos hablando de que la vida no le ha dado ni un 4,76% de margen para hacer algo que deseaba hacer. Hasta ahora que ha llegado el momento. Brindamos.
Es que me he dado cuenta de que no hay otra cosa, de que el único proyecto que tengo y que importa soy yo. Por eso no ahorro para una casa, ni para un viaje. No ahorro para cuando vengan niños, ni para organizar una boda. Ahorro para poder estar 6 meses en una habitación con luz natural, cerca de una biblioteca y una librería que cuente con las editoriales que me gustan sin preocuparme de otra cosa que no sea escribir. No sé si eso que anhelo es una vida grande o una vida pequeña. No sé si busco una vidita porque el tamaño normal se me hace inabarcable o porque, simplemente, no me interesa. Pero ese rayo de luz que a primera hora de la mañana entra al ras a través de la ventana, rebota en el parquet y en el silencio de la habitación y me invita a sentarme frente al ordenador para vaciarme… ese rayo de luz de esa habitación que no sé dónde está ni cuando tendré acceso a ella… ese rayo de luz, oh, es el que ilumina mi existencia.
“Más que nada, viviendo como vivimos de la ilusión, quizá lo más importante para nosotros sea la confianza (…) No es necesario apresurarse, no es necesario brillar, no es necesario ser nada más que uno mismo”, Virginia Woolf en Una habitación propia.
Álbum de pausas
Hace unos días tuvimos, por fin, el encuentro de amigas invisibles de la tribu que surgió a raíz del Club de escritura que organicé en 2021 y en el que durante un año estuve dinamizando retos como excusa para el verdadero objetivo: no vivir en soledad el proceso de la escritura.
Para este curso (22-23) decidí bajar el ritmo para poder centrarme en mis escrituras, pero en este encuentro un lunes por la noche recordamos todo lo que podemos conseguir cuando nos unimos (llegamos a tener un libro hecho a 15 corazones) y lo mucho que echamos de menos aquello.
Así que con menos exigencia, pero el mismo compromiso comienza Álbum de pausas, una actividad donde cada mes (los días 7, para ser exacta) compartiré por el canal de telegram del grupo la palabra de la que empezar a tirar del hilo y tejer juntas una historia compartida, un proyecto común. Porque no tenemos que estar solas, claro que no.
Me encantó leerte... Un momento de reflexión y tanto jajajaja... Yo también me siento un poco perdida por ahora, pero que sé puede hacer... Sigamos 🙃
Ay mañana ya es día 7!!!!