Hoy necesito contarme que hay otra posibilidad. Porque aprendí de mis ayeres que es ineludible preocuparse y a veces ponernos en lo peor. Pero para la vida lo inevitable es seguir, encontrar caminos y llevarnos hasta aquel mañana tan distinto del que imaginamos.
30 de junio del 2006
Si dijese alguna palabra, Luis escucharía cómo las paredes del salón vacío se la devuelven. No lo hace porque piensa que es una excentricidad hablar solo. Tal vez sea el eco el culpable de que se repitan en su cabeza las últimas palabras de Marga: Podrás hacerlo.
Mira que él siempre ha creído todo lo que Marga decía. La creyó cuando dijo que siempre le amaría, cuando le pidió esperar un par de años antes de casarse -así estamos bien, ¿no?- y todas las veces que a sus preguntas respondió no, no me pasa nada. Incluso se creyó el no es por ti, es por mí con el que acabó su relación.
Cualquier cosa que hubiese salido de la boca de su novia en aquellos seis años es para Luis una verdad absoluta. A excepción del Podrás hacerlo. Cuando lo soltó, Marga pensaba en saber elegir la mejor carne a un buen precio, conseguir que el olor a suavizante dure toda la semana o dejar las camisas tan bien planchadas como si estuviesen recién salidas de la tienda.
A Luis no le preocupa eso, sabe que con tiempo y con unas cuantas llamadas a su madre acabará haciéndolo. Peor, incluso mal, pero hecho. Lo que Luis cree que será difícil conseguir es quitarle la tristeza a las tardes de domingo o llenar de vida ese salón que ahora está sin muebles y sin futuro. Luis duda muchísimo que sea posible vivir sin Marga, incluso ve lejos no pensar en ella desde que se levanta hasta que se acuesta. Pero por lo que Luis sería capaz de apostar una mano ahora mismo es porque nunca, jamás y bajo ningún concepto, volverá a enamorarse.
2 de febrero del 2012
Inés entra en casa y suelta un hola en la cocina como quien lanza un fardo de un tren en marcha antes de meterse en la habitación. Eso sí, sin portazo. La ira descontextualizada solo es aceptable en la adolescencia y ella repite cada día para quien la quiera escuchar que ya es una mujer adulta.
Su madre espera cinco minutos antes de acercarse a la puerta. Como todas las madres, no ve el futuro ni le hace falta para saber lo que ocurrirá a continuación: un qué seco como respuesta a su estás bien, los treinta segundos de silencio, los crujidos del colchón cuando se levante para abrirle la puerta y, al otro lado, su carita llena de lágrimas. Después, se lanzará a los brazos de su madre. Lo ha hecho muchas veces antes.
La madre de Inés tiene la paciencia que hace falta para entender entre hipos, mocos y un bucle de no me lo puedo creer que a Inés la han despedido. Bueno, no la han renovado que, en su caso, duele lo mismo. Era su última semana en unas prácticas para las que siempre estuvo sobrecualificada y que solo aceptó con la promesa del contrato indefinido. Para asegurárselo, Inés no puede contar cuántos días ha salido tarde o cuántos fines de semana ha dedicado a presentaciones que su jefe ha utilizado ante el director de la agencia sin, ni siquiera, nombrarla.
Hace dos semanas, el mismo jefe la llamó al despacho. Inés esperaba firmar el contrato y soltar el discurso de agradecimiento que tenía preparado. Sin embargo, cuando entró había otra chica y a una versión de su jefe tan encantadora como la que la había contratado y había desaparecido poco después. Tras pedirle que enseñase a la nueva todo lo que había aprendido en la casa, Inés le preguntó por su situación. Estoy con eso, le devolvió sin mirarla a la cara.
De eso que era su trabajo, Inés no supo más hasta hoy: dos días antes del final del contrato cuando entró de nuevo al despacho a preguntar. La respuesta corporal de su jefe se pareció bastante a la de un mimo exagerando aquella sorpresa para nadie. Qué desagradable tener esta conversación, Inesita. Si es que si estuvieras a lo que hay que estar, te habrías dado cuenta de que no estás preparada para estar aquí… Esta fue la introducción a un despliegue pormenorizado de todos los errores que, al parecer, Inés había cometido en dos años complementado con la lista de debilidades que, solo según la obstinada intuición de este señor, ella desarrollaría en el futuro. Esto es primera liga y hay que ser de otra pasta. Os pasa a muchas.
Inés mezcla recuerdos que representan la crueldad de su jefe con lapidarias afirmaciones sobre todas las cosas que nunca va a conseguir (un trabajo de verdad, irme de casa, ser suficiente) y las que siempre la acompañarán (vivir en casa de mis padres, empezar de cero, ser una simple becaria).
No te merecen y, aunque ahora no lo creas, mañana te reirás de todo esto, también de tu jefe. La madre de Inés coge con sus manos esa cara de mujer dolida y encuentra en ella los ojos de la que siempre será su niña. Mañana no creo, le sonríe Inés, abriéndole las puertas a las risas de ambas. Bueno, tal vez mañana sea dentro de un año o de dos, pero llegará. Ese mañana te está esperando, Inés.
12 de octubre del 2022
Laura se despierta antes de que la luz toque las calles. Con el sigilo de un gato se concentra en cada milímetro de su cuerpo para evitar que su huída desencadene un movimiento en la sábana que comparte con Carlos. No quiere tener que darle explicaciones de por qué está en vela cuando fuera todavía es de noche, ni que él la retenga en la cama o, peor aun, que calcule el tiempo que va a tardar en salir del baño.
No quiere que a Carlos nada le parezca raro y cómo va a conseguirlo si todo es raro en esa madrugada. Ella misma no puede reconocerse cuando se mira en el espejo del aseo que nunca usan y mantiene, en sus manos, el test que acaba de hacerse.
No es como le habría gustado, ocultándose de Carlos en una oscuridad solo rota por la parpadeante bombilla pelada. No quiere hacerlo sola, pero es mejor que volver a repetir la escena: Carlos rodeándola por la espalda, posando sus manos calientes en la tripa, apoyando con suavidad la cara en el hombro de Laura y diciéndole al oído siento que esta vez sí. Y Laura, medio callada por los nervios y medio callada porque nunca ha podido quitarle la razón, deja que sea la raya rosa la que responda. La única maldita raya que habla mientras ahora los dos enmudecen con las manos sobre una barriga vacía.
Laura no quiere volver a pasar por eso, así que por tercera vez lo hace con la única compañía del hilo de esperanza del esta vez sí mientras no sabe si han pasado tres minutos o diez. El test, que sí entiende de tiempo, ya le ha devuelto dos rayas. Una y dos. Las vuelve a contar.
Dos rayas que esta vez le dicen que la mala noticia todavía no ha llegado, pero podría llegar. ¿Cuándo? En alguna de las revisiones, en alguna de las noches en las que sienta un pinchazo, en alguna de las tardes en que lleve horas sin sentir movimiento… en cualquiera de los próximos 256 días.
Esas dos rayas contienen todos los miedos del que tiene algo que perder. Esas dos rayas significan que Laura tiene que despertar a Carlos.
25 de junio del 2023
Hoy ha nacido Alejandro gritándole al alba con la fuerza del mar que esconden sus pequeños pulmones. En cuanto lo ha tenido sobre su pecho, Laura le ha contado los dedos de los pies y de las manos. 10 y 10. “Los tiene todos” solloza “y está aquí, está bien”. Carlos se acerca a su oído para que nadie más note el temblor de su voz: “Lo sé”.
Inés ha recibido esta tarde la noticia de que uno de los últimos trabajos de su agencia AlmaMía ha ganado un premio. La firma creativa era de Ana Suárez, y todavía recuerda cómo nada más verla entendió que aquella joven solo necesitaba tiempo, confianza, un contrato digno y una lista de sus aciertos y virtudes para estar más cerca de sus sueños. Inés se lo había dado.
En el salón de Luis ya no hay eco porque las paredes están llenas de las fotografías acumuladas en las decenas de viajes que ha hecho con Amanda. Para celebrar que hoy cumplen quince años casados ha preparado su plato estrella: pato confitado con puré de manzana. ¡Ah! Y unas albóndigas con patatas para las niñas. No es que a Luis ahora le guste cocinar, pero le encanta ver a Amanda disfrutando de lo que él ha preparado para ella.
Hoy es aquel mañana que tanto les preocupaba a Laura, a Inés y a Luis. Aquel mañana que solo veían oscuro, turbio y solitario, incluso cuando hubo quien intentó que vieran otras posibilidades.
Este domingo también es aquel mañana que tanto me preocupó a mí cuando en uno de esos ayeres me rompieron el corazón o no encontraba un trabajo digno. Pero también es un hoy en el que me preocupa rendirme antes de acabar esa historia que liberará mi pequeña verdad.
Hoy necesito contarme que hay otra posibilidad. Porque aprendí de mis ayeres que es ineludible preocuparse y ponernos en lo peor. Pero para la vida lo inevitable es seguir, encontrar caminos y llevarnos hasta aquel mañana tan distinto del que imaginamos.
Lo dejo por escrito: hoy es aquel mañana que tanto me preocupaba ayer y también ese ayer del que me reiré cuando mañana vuelva a ser hoy.
Me has maravillado. Has tejido con palabras historias que tienen pasado y presente. Has ido dando las puntadas para que las incertidumbres de ayer sean los hechos del presente. Has abierto la posibilidad de que lo que hoy me preocupa, me deje más hueco para respirar porque lleva inherente el espacio de las posibilidades futuras. Un lujo leerte.
Una delicia leerte. Siempre me encanta pero lo de esta vez ha sido maravilloso. Deseando leer más de lo que nos quieras compartir 🤍