Hacer que lo difícil parezca fácil no es nunca una cuestión de magia, de dones o de regalos divinos. Detrás de cada talento, ya sea para bailar, para criar a un hijo o para explicar una lección aritmética, hay siempre una corriente de esfuerzo y dedicación. Y eso nunca sale gratis.
Alicia se sube al escenario con la seguridad de quien sabe que pocas personas en el mundo podrían acercarse a conseguir lo que ella está a punto de hacer. Antes de salir a escena, vuelve a ajustarse las cintas de sus puntas, brillantes y limpias como si fuesen nuevas. Se mira en el espejo para controlar que cada uno de sus cabellos rizados siguen bajo el dominio de la gomina y las horquillas y asegurarse de la perfecta simetría en el dibujo que cubre sus ojos y convierte su mirada en la de un cisne. Un cisne negro.
Todos los que vemos a Alicia bailar dudamos de que pueda ser real. Nos preguntamos si acaso ella en vez de huesos tiene gomas; si sus músculos no están hechos de carne, sino de nubes; si en cada grand jeté, además de su impecable técnica, la elevan unos hilos invisibles. ¿No es su talento la constatación de que desde el Olimpo todavía envían semidioses a vivir entre nosotros?
Pero hay algo más allá de la flexibilidad, de la delicadeza de cada movimiento o de que consiga expresar infinita tristeza, desesperación o alegría con los mismos dos brazos y dos piernas que a los demás, a duras penas, nos permiten seguir el ritmo de un pasodoble. Cuando Alicia baila parece que es lo fácil, que lo más natural para un cuerpo es combarse sobre la columna vertebral o que una triple pirouette requiere el mismo esfuerzo que chasquear los dedos. Solo un chas.
Aunque creamos que podemos imaginarlo, solo Alicia conoce lo difícil. Solo ella puede entender el escalofrío que recorre la espalda cuando te atraviesa el dolor de unos dedos destrozados y escondidos en unas puntas. Solo ella puede decir cuánto pesan unos músculos al despertarse si, horas más tarde, hay que manejarlos sin que asome una sola gota de sudor. Solo ella conoce la larga lista de renuncias.
Cada vez que alguien se acerca a Alicia y le dice algo parecido a un “para ti es tan fácil” su soledad gana una batalla. Hace tiempo que dejó de hacer la cuenta de cuántas lleva perdidas. Probablemente, hace años que se abandonó a su dominación.
Hacer que lo difícil parezca fácil no es nunca una cuestión de magia, de dones o de regalos divinos. Detrás de cada talento, ya sea para bailar, para criar a un hijo o para explicar una lección aritmética, hay siempre una corriente de esfuerzo y dedicación. Y eso nunca sale gratis.
No es fácil bailar danza clásica profesional. Lo fácil no es brillar. Querer no es nada fácil. Siempre hay facturas que pagar. Pero es el amor lo que permite compartir los gastos.
Así que si la lógica dice que algo es complicado y a ti te está resultando fácil, vuelve a mirar. Tal vez alguien está apoquinando tu parte. Tal vez alguien se esté sintiendo sola y tú puedas ayudarla a ganar la próxima batalla. Sé que no es fácil, pero lo estás haciendo bien puede ser suficiente. También podría valer un Eres increíble o un Te admiro tanto. Pero la mejor transferencia siempre es un abrazo, cogerse las manos, mirarse a los ojos y decir gracias, yo también quiero que sientas que esto es lo fácil, lo más fácil.
Sé que no es fácil pero lo estás haciendo impresionantemente bien. Es una delicia leerte. De corazón. 🤍
Eres el ejemplo de esa garra que solo puede nacer de la sensibilidad más limpia y vibrante, de la perseverancia en los detalles y en el trabajo constante. Sé que no es fácil pero lo estás haciendo maravillosamente bien. Gracias por dejarnos soñar entre tus letras.