Qué es lo que quieres. Y tú no lo sabes, pero intuyes que no buscas más que eso mirar al cielo, joder, decir sobre lo que no existe no me puedo creer lo bonito que está hoy y tener a alguien al lado que vea lo mismo que estás viendo tú.
No existe ese cielo azul vibrante. No existe el manto que siempre te asombra, que aun estando sobre ti cada mañana mantiene su capacidad de quitarte por unos segundos el aliento.
Tampoco existe esa golondrina que, justo al pasar por tu ventana, exhibe su pirueta más elegante. No existen los dos gorriones que se miran el uno al otro con complicidad parados en el alféizar.
No existe la lluvia perfecta que refresca la ciudad después de semanas de calor. ¿Esa que te abofetea con el petricor y te lleva a todos los septiembres de tu vida? No, no existe.
Te juro que no miento cuando digo que no existe la alegría contagiosa del niño mellado sin sus dientes de leche. No existe la ternura insoportable en las palabras de la pequeña con piel de canela. Por no existir, ni siquiera existe el bellísimo brillo en los ojos de tu madre cuando llora viéndote llorar a ti, otra vez.
No existe nada de eso como tampoco existen ese cielo como losa, esos pájaros como estorbo, esa lluvia como catástrofe, esos niños como ruido, esa madre como vergüenza. Solo son aire, plumas, agua, cuerpos… Y lo demás no existe, pero se convierte en verdad a través de tus ojos.
Son los ojos los que miran y deciden qué ver: asombro o miedo, posibilidad o pérdida, principio o fin. Y son los tuyos los que echan la vista al mañana con ilusión, los que se iluminan ante un cambio de rumbo inesperado, los que vuelven a ponerse sobre la página en blanco para buscar palabras que no queden mal juntas.
Recuerda que hubo un tiempo en que tus ojos dejaron de ver la belleza y os prometisteis -nos prometimos- que no volvería a pasar. Esos son los mismos ojos que ahora se cruzan con los de E. mientras te pregunta qué es lo que quieres. Y tú no lo sabes, pero intuyes que no buscas más que eso, mirar al cielo, joder, decir sobre lo que no existe no me puedo creer lo bonito que está hoy y tener a alguien al lado que vea lo mismo que estás viendo tú.
¿Es eso posible? Se lo preguntas a E. pero te lo preguntas más a ti. Ella calla unos segundos con su mueca quién sabe si de optimismo o escepticismo. Por supuesto, responde. Y tú decides. Decides creerla, decides creer.
Qué pena que cualquier mirada tenga un punto ciego. Qué desastre que el tuyo te haya tocado justo enfrente. Sé que cuando te miras en el espejo buscas la luz inmensa que alumbra el mundo sin entender por qué no puede iluminarte también a ti.
Será que tú tampoco existes y que la verdad solo la van a poner los otros ojos que te miran. Si este es el juego, no olvides que tiene truco: tener el mejor equipo.
Ha llegado el momento. Cierra los tuyos y confía. Por fin estás ante los mejores ojos.
Que preciosidad Marta. Que maravilloso que nada exista y todo a la vez sí. Toda la posibilidad en nuestros ojos. Gracias por recordárnoslo de una manera tan bonita.
Un texto con varias capas, de luces y sombras. Estoy segura de que muchas nos alegramos al recibir ese Nº 27 en la bandeja de correo. Welcome back :)