La que soy hoy suelta y se equivoca. Llora aunque la vean y se desmembrella hasta que le falta el aire. Brinda con agua de Valencia mientras la luna llena es eclipsada. Se cruza con un arcoíris y pide un deseo: que me sostengan, que por un momento me sostengan a mí.
Es miércoles y el cielo está de un gris insensato. Hablo con C. porque me duele. No sé muy bien qué, pero me duele. Tampoco sé muy bien cómo, pero sí sé que ella es la cura.
— Conoce a esa chica que lo tenía todo bajo control. Y yo ya no soy esa.
Ya no soy esa que lo tiene todo bajo control, aquella en la que se podía confiar incluso en la condiciones más complicadas. Especialmente en las condiciones más complicadas.
Ya no soy esa que puede con lo que venga, que sacará lo prometido -aunque no sea su promesa- adelante sea como sea.
Ya no soy esa que es capaz de concentrarse toda la tarde. Ni la que lee dos o tres libros a la semana. Ya no soy la que escribe los domingos aunque tenga que renunciar a un vermut, a una comida o a una llamada. No soy la que graba monólogos que no interesan, pero calman.
Ay, la calma.
Ya no soy la que acepta las cosas como vienen. No soy la que no se queja, no se cansa, no se espanta. No soy la que no se rinde, ni tira nunca la toalla. Ya lo sabes, yo ya no soy esa que no te suelta.
Por no ser, ya no soy la del pelo hasta mitad de la espalda. Ni la que vive en el ruidoso centro de una ciudad a la que… ¿todavía alguien ama?
Ya no soy la que contesta enseguida a los mensajes, siempre sabe qué debe decir. Y jamás será un no.
Y es que ya no soy esa a la que se le da tan bien fingir. La que no tiembla para que el mundo pueda temblar tranquilo. La que se guarda el miedo debajo de la lengua.
Ya no soy la que cree que tiene que enviar una Pausa cada dos semanas. La que piensa que tal vez solo vale para juntar palabras. La que se angustia si imagina que deja este mundo sin haber terminado nada.
— Quién sabe nada, Marta, quién sabe nada.
Y, de repente, en este miércoles el frío es menos frío y el gris es mucho menos gris.
C. me recuerda que la que soy hoy no se inventa que sabe lo que quiere. No se impone tomar cada día una decisión. La que soy hoy dice no, hasta aquí e incluso no dice nada. El silencio ahora también lo pongo yo.
La que soy hoy suelta y se equivoca. Llora aunque la vean y se desmembrella hasta que le falta el aire. Brinda con agua de Valencia mientras la luna llena es eclipsada. Se cruza con un arcoíris y pide un deseo: que me sostengan, que por un momento me sostengan a mí.
La que soy ahora podría mandar esta carta este domingo o mañana. Al amanecer o bien entrada la noche. Y también podría no mandarla.
La que soy hoy sabe que ya no soy esa que nunca he sido. Que ahora, simplemente, soy y punto. Soy y ya. Ahora soy.
Gracias, necesitaba este texto hoy.
Qué liberación 🫶